Hoy se cumplen años de una desgraciada -yo creo que estúpida- decisión que, una vez más, vino a hacernos daño a La Línea de la Concepción y sus infraestructuras: el dos de octubre de 1971, con toda la parafernalia de equivoco “amor patrio” y orgullo mal entendido, se procedía al derribo del magnífico edificio de la antigua ADUANA, situado al sur de la Explanada, plaza del Rey Alfonso, del Generalísimo, de la Constitución… y un largo etcétera de nominaciones según soplaran los vientos políticos/peloteros.
Para nosotros seá siempre LA EXPLANADA, calle las flores, clavel, Carboneros…
Pués allí, en la Explanada, teniendo como casi siempre de telón de fondo y decorado inevitable el sempiterno Peñón, estaba la Aduana.
Recuerdo muy bien cuando, acompañando a mi jefe y amigo Antonio Gómez Rubio, nos fuimos a presenciar el derribo “insigne” del edificio que, durante tantos años, estuvo ocupando lugar de honor entre las infraestructuras -siempre escasas- de nuestro pueblo.
Yo era muy joven aún y un periodista novel de AREA y de Antena 3 (radio), pero siempre muy “piojoso”. Y me dolió presenciar aquello.
¿Por qué? ¿Por qué? No hubiera sido mucho mejor, más útil y sensato, dedicar ese edificio, transformarlo y reacondiconarlo para otras actividades -yo propugnaba que didácticas y culturales (iluso de mi)-, en lugar del derribo y desescombro aquel.
Desde la rabia y la frustración de mis años jóvenes escribí un duro artículo contra las autoridades gubernamentales y municipales que hacían una vez más daño a La Línea de la Concepción y su patrimonio ¡qué nunca llegó a publicarse! Cosas de la época.
El buen amigo Gutiérrez dejó constancia de aquel despropósito, en “super 8” que era lo suyo entonces, y yo puse voz -con el tiempo- a la narración del hecho.
No es una fecha para “conmemorar” sino para llorar.
Y, encima, coincidimos en la efemérides del día 2 de octubre (del 52 a.c.) en que las tropas de Julio César aplastaron en Alesia a los entusiastas galos, que defendían lo suyo, pero tenían mucho menos medios que los romanos, y -claro- perdieron y Vercingetorix cayó preso y en desgracia ¿Quién sería en La Línea nuestro Vergingetorix particular?
Habrá que preguntárselo a Asterix y Obelix.