ANA VILLALTA , 4 de mayo 2015
La música me inspira y en el balcón de hoy café en mano, recordaba la gran tarde que me brindó ayer la oscarizada banda sonora de Memorias de África de ese gran genio de nuestra filmografía orquestada que era John Barry. El sonido de sus cuerdas y metales, volcadas en los momentos que el gramófono aprovecha para dar lecciones de clasicismo con un Mozart espectacular remueve mis pensamientos.
La memoria, esa condición humana tan particular que en determinados momentos nos permite recrear historias al detalle y en otras ocasiones no recuerda más que lo superfluo, lo extravagante y lo mas efímero de cuestiones que es mejor no recordar.
La memoria en las pasiones es una señal fundamental de la facultad de recordar, del recuerdo en sí. La Real Academia de la Lengua recoge la RAE en otras acepciones como una exposición escrita o como una narración autobiográfica. Pero está claro que lo que la memoria engloba es ese elemento esencial de almacenamiento de información.
Y precisamente ahí, en la información, es donde está el QUID de la cuestión. La causa, razón y esencia de la disputa. Ayer celebramos el Día de la Libertad de Expresión, esa libertad que no todos entiendes y que unos pocos están obstinados en extinguirla.
Con un puñao de incompetentes nos basta para meter la pata. Como la vida misma. Soy de los convencidos de que las personas son buenas en general pero con uno o dos que meten la pata, se disparata la cuestión. Pues en la información, es lo mismo.
Nuestra constitución en su artículo 20 reconoce el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
Gracias a la libertad de expresión podemos decir que un gobernante se equivoca, que es inútil, que su pueblo no le duele o simplemente que no lo escucha. Si toda esta información es verídica, no nos pasará nada. Aunque, como decía acertadamente Perich… “al gobernante, tampoco”.
Campaña electoral. Momento idóneo para que tomen en serio a los informadores que con las nuevas tecnologías pueden ser muchos y de muy distinta especie eso sí, siempre que la información sea veraz.
Campaña en la que presentes y futuros gobernantes se escuchan en muchas ocasiones lo que no se quiere oír, gracias a esa la libertad de expresión que puede llegar a molestar más que una daga. Una libertad de expresión con accesibles frases en accesibles hemerotecas que duelen como lastre a quien se ahoga.
Nos quedan días de “todo vale” en el que oiremos mucha información de veracidad cero y donde, como advierte Baltasar Gracián: “Es el momento de hacer lo que se sabe hacer”. Tomemos apuntes y expresemos realidades sin olvidar y tengamos buena memoria.