Sevilla a 5 de octubre de 2017
Los millennials. Oímos por todas partes ese término, esa categorización de buena parte de la sociedad que es objetivo indiscriminado de campañas de marketing agresivas y de prejuicios. ¿Quiénes se esconden tras el término? ¿Es realmente justo meter a un grupo tan heterogéneo bajo un solo paraguas?
Egocéntricos, desorientados, vagos, vanidosos, apolíticos… ¿Quién iba a querer identificarse con un millennial? Aunque cada vez más, los medios de comunicación, afanados en situarnos en uno u otro escalón social, revierten sobre ellos el peso de la modernidad, el avance y ¿por qué no? Todo lo que podemos imaginar como cool o in. Sí, los millennials también son los que han invadido nuestro lenguaje habitual de anglicismos y tecnicismos y sí, también la que les habla podría ser considerada como millennial.
Y aunque los retos que se les presentan son los mismos, coetáneos de una exigente sociedad capitalista, estos jóvenes nacidos entre 1982 y 1994 se enfrentan a ellos de formas diferentes. Pero más parecidas entre sí de las vías que usaban los de las generaciones anteriores a la suya: los baby boomers o la generación X (que son ahora sus padres y abuelos y responsables, en parte, de la personalidad de los millennials).
Lo que sí ha marcado a esta generación, llamada Y, es la crisis económica que a muchos millennials truncó el acceso al mercado laboral por mucha formación que se hubieran afanado en cosechar. Otras características por las que reconocer a un millenial son el uso habitual (probablemente excesivo) de las nuevas tecnologías y las redes sociales, el futuro visto como un camino incierto y la amplia diversidad y heterogeneidad que Internet, los estudios y los viajes low cost les han permitido adquirir.
En España hay unos 8 millones de millennial, alrededor del 17% de la población. Recientemente un vídeo del escritor británico Simon Sinek se convirtió en viral. En el analizaba por qué estos jóvenes son infelices. Y aunque en clave de humor televisivo, resultó ser un lúcido retrato de una generación perdida (o eso se afanan en darnos a entender). ¿Quién puede tener la culpa? En su opinión debemos culpar a cuatro factores: la educación que les dieron sus padres, la adicción a la tecnología, la falta de paciencia y el ambiente competitivo del mundo laboral. “les dijeron que eran especiales, que podían conseguir todo lo que quisieran en la vida sólo con quererlo». Nada más lejos de la realidad.
No cabe duda de que somos todos hijos de nuestro tiempo, cada generación está marcada por los acontecimientos, novedades y tendencias en las que vive y sobrevive. Los medios de comunicación juegan un papel crucial en la percepción social de cada una de las generaciones. Ni los millennials son unos vagos desencantados, ni la generación Z (los que nacieron del 1995 a 2015) solo vive haciéndose selfies y soñando con triunfar como youtubers.
Por Rocío Ponce