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Mireia Gil González: Una voluntaria linense en tierras nicaragüenses

Mireia con algunos compañeros en Nicaragua

ANA VILLALTA 14 de agosto 2011

La joven linense  decidió  –tras quedarse en paro el pasado noviembre- conocer la experiencia del voluntariado “

“Vuelvo para complementar mis estudios con una visión distinta y con nuevos intereses”

Mireia En una de sus clases en Granada – Nicaragua

La historia de esta linense, profesional de la educación especial e integración, cambió cuando a sus veinticinco años y tras unos contratos de  trabajo con Arco Iris y el Colegio Virgen del Amparo, se quedó en paro el pasado mes de noviembre.  Mireia, comenta a La Línea Digital desde Granada (Nicaragua), que se le planteó la disyuntiva “¿Qué hago ahora?”.

Asegura, que es una enamorada de los viajes “mochila al hombro” y tras tres meses de búsqueda a través de foros, de páginas webs… conoció la fundación “Casas de la Esperanza”: “realmente fue mas complicado de lo que pensaba. Hoy en día para los jóvenes, no  es fácil ni ser voluntario. Las asociaciones, ONG, etc con las que me puse en contacto, la mayoría solicitaba unos ingresos que no podía permitirme, yo solo contaba con mi formación, mi trabajo, mi tiempo y algunos ahorros hasta que me topé con esta fundación en Nicaragua que me causó muy buena impresión al ver que su objetivo no era la beneficencia, sino el desarrollo. Concretamente el desarrollo del barrio de Las Prusias en Granada, Nicaragua”.

Mireia en Granada-Nicaragua

La intención de Mire –como quiere que la llamemos-  fue en una primera  instancia dirigir sus miras hacia África, “pero para mí era un hándicap el idioma, no domino el francés y podía ser mas una carga que una solución. Aprovecho esta oportunidad para decirle a los jóvenes que para cualquier cosa es imprescindible la formación, y los idiomas es algo fundamental para ser un buen profesional, un buen voluntario… una buena persona, te abre las miras y… muchísimas puertas. Cierto que si me hubiese dedicado a un voluntariado de oficina, el problema no sería tal porque hoy en día con la informática tan avanzada e internet no existe ese muro, pero queriendo volcarme con el voluntariado de personas, la cosa cambiaba».

Mireia, se puso en contacto con “Casas de la Esperanza” en diciembre y en abril estaba de camino, en principio para tres meses pero de momento ha alargado su estancia hasta el próximo 18 de septiembre, “no tengo mas remedio que volver. Tengo que completar mis estudios y el curso para Educación Infantil, comienza en Jerez el día 15. Vuelvo para estudiar y poder encontrar un trabajo, que en determinados momentos me permita añadir nuevas experiencias personales como esta”.

Mireia con algunos compañeros en Nicaragua

Mireia Gil, como cualquier voluntario, se encontró con un panorama triste, “llegamos aquí con un alojamiento y el almuerzo diario – el resto corre por nuestra cuenta-  pero estamos a unos tres kilómetros por  caminos de barro, en un barrio chabolista marginal con tachos de zinc hasta el núcleo urbano cercano – la ciudad de Nicaragua – en la que podemos comunicarnos con los vecinos de Las Prusias que escuchan una radio local en la que les informamos de nuestras actividades, de las clases de refuerzo y educación para niños y adultos en la escuela La Inmaculada”.

El objetivo primordial de esta fundación, se centra en la educación y la construcción de viviendas, que los propios voluntarios levantan en el barrio para que los habitantes puedan tener agua, luz, un baño… las condiciones de vida óptimas y “mínimas”. El segundo problema, además de la vivienda es el absentismo escolar, “aquí es mas importante la mano de obra y el llevar comida a casa que la formación, los niños sirven para trabajar. Un reto personal ha sido durante  mi estancia, conseguir que una mujer de treinta años sea capaz de escribir, sumar, restar y contar hasta cien. Lo hemos conseguido, y es que las clases de alfabetización de adultos son importantísimas al igual que la normalización en la escolarización de los niños”.

En un programa de radio local

Nicaragua es el segundo país mas pobre de América Central y Mireia asegura que “el barrio en el que trabajamos es un reto constante donde la continuidad es casi un imposible. La supervivencia, el comer cada día es para los habitantes un reto diario y reconozco que son muy nobles. Nos dejan entrar en sus casa, explicarle los motivos por los que estamos aquí y confiarnos la educación valorando muy mucho el trabajo que hacemos”.

Con una emisora de radio, en la que lo mismo emite música que una reunión de los maestros o la agenda de actividades, es como llegan a todos, “me llevo para mí una experiencia única, ya lo noto en mí misma. Comparto esta vivencia con  otras veinte personas y es bien distinto a mi vida diaria en La Línea – con la convivencia en casa- tan cómoda en la calle San José. Todo esto te hace ver muchas cosas de otra forma y mucho mas allá del día a día. Me gustaría que amigos y compañeros conozcan que hay otras cosas que ver en el mundo, que tienen un gran interés, un gran valor y que muchos de nosotros lo podemos hacer”.

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